?Te imaginas un futuro sin pensiones?

La sostenibilidad de los sistemas de pensiones se erige como un tema crucial en el tapiz de nuestra sociedad global, marcando el pulso de comunidades y economías con su intrincada red de desafíos y oportunidades. No se trata de un dilema confinado a las fronteras de una sola nación, sino de una preocupación compartida que resuena en todos los rincones del mundo, especialmente en aquellos países con poblaciones significativamente envejecidas, como Japón y varias naciones europeas. Sin embargo, este tema nos concierne a todos, desde los más jóvenes, llenos de vigor y sue?os, hasta aquellos que se encuentran en el crepúsculo de sus carreras, contemplando el horizonte de la jubilación.

El equilibrio demográfico entre la población activa y los jubilados constituye el cimiento sobre el cual descansa la viabilidad de los sistemas de pensiones. Este equilibrio es vital para asegurar un flujo continuo de recursos que garantice una provisión adecuada para quienes han dedicado su vida al trabajo. Cada generación, con sus propios desafíos y contribuciones, es un eslabón crucial en esta cadena de solidaridad y apoyo mutuo.

Ante nosotros se despliega un panorama diverso, donde las economías jóvenes y envejecidas presentan distintos retos y oportunidades. En Espa?a, por ejemplo, la proximidad de la jubilación de la generación de los baby boomers augura una realidad en la que la balanza entre trabajadores activos y jubilados se equilibrará peligrosamente. Esta situación se complica aún más cuando consideramos que, en muchos casos, la pensión neta supera el salario neto de los jóvenes trabajadores, quienes se enfrentan al doble desafío de forjar su propio futuro mientras sostienen el de las generaciones anteriores. Esta realidad, especialmente preocupante para quienes, como yo, paseamos por la cincuentena, invita a una reflexión profunda sobre el legado que deseamos dejar a las futuras generaciones.

Las economías envejecidas, enfrentan el reto de Re imaginar y reformar sus sistemas de pensiones. La necesidad de adaptarse a una realidad demográfica cambiante es imperativa para evitar déficits y asegurar un futuro sostenible para todos. Estas reformas son mas que un desafío una necesidad; será imposible garantizar nada con el actual sistema, y de no tomarse las decisiones a tiempo, provocarán la segura quiebra de quienes se despisten en el tiempo o se equivoquen en la forma.

Las economías con una demografía más joven ofrecen una base sólida para reforzar los sistemas de pensiones, gracias a una mayor proporción de contribuyentes. El desafío radica en una gestión astuta y en la proyección a largo plazo, preparándose para el momento en que estas poblaciones jóvenes también alcancen la madurez.

La inmigración emerge como una válvula de escape frente a los desafíos demográficos. El mejor ejemplo es Estados Unidos, donde la atracción de talento internacional contribuye a equilibrar la relación entre trabajadores y jubilados, inyectando vitalidad y nuevas capacidades al sistema de pensiones. Esta apertura no solo fomenta la riqueza cultural, económica y empresarial, sino que también fortalece la cohesión social y la resiliencia de los sistemas de apoyo a largo plazo. Si bien es cierto que los Estados Unidos cuentan con el inestimable apoyo de los políticos europeos, que con una sobre excesiva regulación empujan al talento europeo a desarrollarse en EE. UU. Observado desde fuera la actitud de la Unión Europea, oscila entre la estulticia y el absurdo.

En estas circunstancias, la colaboración internacional y el intercambio de conocimientos son faros que pueden guiarnos hacia sistemas de pensiones más robustos y equitativos. La Unión Europea, con su diversidad de experiencias y su compromiso con el estado del bienestar y la solidaridad, representa un valioso foro para la reflexión y la acción colectiva.

El futuro de los sistemas de pensiones va a poner a prueba nuestra capacidad colectiva para adaptarnos, innovar y cuidarnos mutuamente. Este momento nos insta a dialogar, compartir responsabilidades y construir un futuro en el que cada persona pueda enfrentar la jubilación con confianza y tranquilidad. Sin olvidar que los jóvenes puedan enfrentar labrarse una vida con al menos las mismas oportunidades que las generaciones anteriores.

Pero en ningún caso se puede cargar a las nuevas generaciones con la responsabilidad de los errores cometidos en el dise?o de las pensiones. Yo, no quiero para mis hijos, ni para los hijos de los demás ese esfuerzo de labrarse un futuro y sostener mi pensión. No creo que deban aceptar un sistema que, si lo hubiera montado una empresa, se calificaría de estafa Ponzi, y los responsables acabarían en la cárcel, al menos en Estados Unidos. Una democracia secuestrada por los votos de una pirámide poblacional invertida no es una yayocracia, es injusta.

Es un tiempo nuevo donde la voz de todos debe ser escuchada, y donde todas las opciones se deben abrir. Las economías envejecidas no van a poder pagar las pensiones de las aportaciones de los trabajadores más jóvenes. El dialogo debe partir de confrontar los datos reales y no de las luces de gas que los políticos tienden a mostrarnos. Cuanto antes lo hagamos, menos doloroso será el resultado.

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